20/5/15

Diario de un miliciano - Joaquín Aisa / Ferran Aisa



(Coberta llibre J. AisaO


JOAQUÍN AISA RALUY, MILICIANO DE LA LIBERTAD

 

FERRAN AISA

                                         Nosotros llevamos un mundo nuevo en
                                           nuestros corazones.
                                                                    Buenaventura Durruti

Joaquín Aisa Raluy nació en Barcelona el 12 de julio de 1917, en la calle Fonollar, 30, situada en pleno casco viejo de la ciudad, entre las calles Carders y Més Baix de Sant Pere. Era el tercer hijo de una familia obrera, Cesáreo (que fue guardia de asalto de la República), Maria i Prudencia eran sus hermanos. Sus padres eran Cesáreo Aisa Junquera, nacido en Zaragoza el año 1883, y Joaquina Raluy Obea, nacida en Nachá (Huesca), un pueblo de la Baja Ribagorza en la franja calano-aragonesa. Como tantas familias aragonesas y de otras latitudes españolas habían llegado inmigrados a Barcelona con la intención de encontrar trabajo en la industria y, por ende, sustento para sus familias. Cesáreo trabajaba de estibador en el puerto, y, como la mayoría de los obreros de esos años, se afilió a la CNT, El carnet que tengo en mis manos es de febrero de 1923 y lleva el número 7.447 del Sindicato del Transporte. En la Carta Confederal no fallan los sellos de cotización que dan validez al carnet. Aquel mismo mes de 1923 el matemático Albert Einstein visitó Barcelona para dar unas clases en la Escuela Industrial, pero no quiso abandonar la ciudad sin visitar antes la sede principal de la CNT catalana, siendo recibido por Ángel Pestaña, los cuales mantuvieron en francés una cordial entrevista de mutua simpatía. Eran tiempos duros para los sindicalistas, pues, desde la huelga de la Canadiense, con el triunfo proletario y la conquista de la jornada de las ocho horas diarias, la patronal catalana se había radicalizado y había fomentado la creación de un sindicato amarillo y la formación de grupos de pistoleros. Centenares de obreros fueron asesinados por pistoleros a sueldo, pero los cenetistas también se armaron y, entonces, cayeron patrones, policías, soplones. El pistolerismo fue sangrante para la ciudad de Barcelona, sobretodo, entre 1920 y 1923, fechas de los asesinatos de los líderes obreros, Francesc Layret y Salvador Seguí. El setiembre de 1923 el Capitán General de Catalunya Miguel Primo de Rivera hizo un pronunciamiento militar y estableció una dictadura que duró siete largos años.
Cesáreo Aisa continuó trabajando en el puerto como queda reflejado en el carnet del “Sindicato de Obreros Cargadores, Descargadores y Estibadores de Madera del Puerto de Barcelona y su Radio”. La sede del Sindicato era la calle Lladó, 7, pral. 2ª. El punto 19 del Reglamento del Sindicato dice: <<En caso de disolución los fondos si los hubiere se entregarán por partes iguales a las Escuelas Racionalistas de Barcelona y en  caso de que no las hubiere en Barcelona, a las de la localidad más próxima>>.
Tan sólo con este detalle del Reglamento se puede entender que este Sindicato es el mismo de la CNT, pero sin hacer uso de las siglas, pues, durante la dictadura, estaba ilegalizado. Los obreros, pero, se las ingeniaban para continuar organizados…
Joaquín Aisa fue a una escuela de su barrio donde se aprendía lo justo, leer y escribir y las cuatro reglas. El colegio, como la mayoría de la época, estaba situado en un piso sin patio y mal ventilado. La dictadura de Primo de Rivera había parado los proyectos escolares y reformas educativas iniciados en 1914 por la Mancomunidad de Catalunya. La Comisión de Cultura y el Patronato Escolar del Ayuntamiento de Barcelona habían sido suspendido cautelarmente. Las escuelas volvían a depender del gobierno central que impulsó un programa “educativo” basado en los valores españoles, la patria, la bandera y el catolicismo. La proclamación de la República en 1931 significaría nuevamente la llegada de aires frescos para la enseñanza, pero, por entonces Joaquín Aisa ya trabajaba de aprendiz de carpintero en un taller de su barrio. Como obrero e hijo de un trabajador cenetista no dudó en afiliarse a la CNT, por su condición de carpintero lo hizo en el Sindicato de la Madera, entonces con sede en la calle de San Pablo. Los aprendices recibían el carnet gratuitamente y estaban exentos de pagar el sello de cotización, Joaquín Aisa se adhirió a la CNT el 6 de mayo de 1933, cuando tenía tan sólo quince años. En el carnet que recibían los jóvenes se podían leer pensamientos de filósofos y escritores célebres: H. Spencer, J.-J. Rousseau, Cervantes, Goethe, Bakunin, Lamartine, Jean Finot, La Bruyere, Lammenais, Séneca, Sócrates, Pascal, Voltaire, M. de la Vega. Un lema del carnet decía: <<Concurre al Sindicato y edúcate cuanto puedas: Aprenderás a conocerte y conocerás a los demás>>. Y, a más, había la consigna siguiente: <<El trabajador que no preste la solidaridad debida a sus hermanos presos a consecuencia de las luchas que la organización obrera sostiene por la consecución de su emancipación integral, es indigno de formar parte de la gran familia proletaria>>.
Joaquín Aisa crece en los años de la República marcados por el empuje educativo y cultural, pero también por las luchas obreras. Huelgas, algaradas e insurrecciones se suceden. Las cárceles se llenan de presos, incluso el gobierno de Cataluña con Companys al frente, son encerrados en la prisión por los hechos del 6 de octubre de 1934.
Joaquín Aisa el  año 1935 obtiene la Libreta de Inscripción Marítima, la misma que ya disponía su padre desde 1921, por ser trabajador portuario. Joaquín, por ser hijo de  trabajador del puerto, podía escoger en hacer el servicio militar en la Marina. En su Libreta Marítima podemos constatar que el joven tenía que incorporarse a filas el uno de enero de 1937, a la edad de veinte años: El estallido de la guerra impidió que fuese marinero... El mismo año 1935 entró a trabajar en una fábrica de harinas como carpintero de mantenimiento de la maquinaria del molino que era toda de madera.
Una de sus principales aficiones era el Boxeo… Tanto en los años veinte como en los treinta estaba de moda la práctica del Boxeo, en Barcelona existían diversas escuelas, como la del gimnasio del Ateneo Enciclopédico Popular de la calle del Carmen, 30; el del Price, en la calle Floridablanca; el del Iris, en la calle Mallorca; o el del Diana Boxing Club, en la calle Amalia, 39. De éstos gimnasios salieron los grandes campeones del boxeo catalán de aquellos años como es el caso de Josep Gironés que fue campeón de Europa. El boxeo amateur estaba muy extendido como afición de la juventud, y Joaquín Aisa se hizo socio del Diana Boxing Club con fecha de abril de 1935, llegando a disputar diversos combates.
Los jóvenes mantenían sus tertulias en los bares y acudías a lasa sala de fiesta a bailar y a buscar pareja. En Barcelona existía la tradición del baile en lugares populares como  las diversas fuentes de Montjuïc (La Walkiria, Font del Gat, Conna, etc.), o en salas de fiestas (la Gavina Blava, l’Ocell de Foc, Shangai Dancing, La Paloma, etc.). También se organizaban bailes en centros sociales como la Germanor Barcelonina de la calle Carders, éste último centro era frecuentado por Joaquín Aisa y sus amigos por ser vecinos del mismo barrio. Precisamente la víspera del 19 de julio habían acudido a bailar a la “Germanor Barcelonina” y luego habían estado de juerga en el Bar Toful de la calle Verdaguer i Callís esquina Sant Pere Mitjà.
A la madrugada siguiente todo se precipitó, los militares rebeldes salieron a la calle para tomar la ciudad, pero el pueblo y las fuerzas de orden se lo impidieron. Barcelona cambió radicalmente… Se inició una revolución que, a pesar que pronto fue truncada, fue una experiencia única en el mundo. Y estalló la guerra que duró por espacio de treinta y dos meses, llenando todos los rincones de España de muerte. La juventud fue la primera en estar al frente, luchando por sus ideales, muriendo por la libertad. Joaquín Aisa marcado por ese idealismo generacional se fue voluntario con las milicias al frente de batalla… Y lo hizo destinado en el Batallón Espartaco de la Columna Carlos Marx del Partido Socialista Unificado de Cataluña-UGT, un partido que se acababa de formar. Los afiliados a la CNT eran tan numerosos en Barcelona, que no solamente llenaron las Columnas confederales, sino que se fueron al frente encuadrados como milicianos en columnas del POUM, d’ERC i del PSUC.
Joaquín Aisa primero participó en el desembarco a Mallorca y luego en el Frente de Aragón, siendo entonces destinado a la Centuria URSS núm. 3, según consta en el carnet expedido por las Juventudes Socialistas Unificadas de Cataluña con fecha 12 de enero de 1937. 
Durante su estada en las milicias tuvo tiempo, a los veinte años, de combatir, casarse con la joven de dieciocho años Josefa Bartra Martínez y tener su primer hijo. De la calle Fonollar pasó a vivir a la calle Tarrós, 18. Su primera esposa murió trágicamente de accidente y el pequeño Rafael tuvo que ser criado por su tía Prudencia. El nombre de Rafael fue en honor del marido de su tía Rafael Ochoa Duero, que pertenecía a la 25 División destinada a la Puebla de Hijar, muerto por heridas de combate, en agosto de 1937, en el Frente de Aragón. 
Joaquín Aisa sufrió, después de mayo de 1937, una fuerte decepción, por todo lo que estaba pasando tanto en la retaguardia como en el frente. Su desencanto tenía mucho a ver con la falta de unidad del proletariado. Por unos meses abandonó la guerra y volvió a su antiguo trabajo de la industria harinera, que entonces se encuentra bajo el signo de la colectivización obrera. Pero la militarización del Ejército y la movilización de quintas, hizo que fuera llamado a filas, ahora a la fuerza. Joaquín Aisa será destinado como soldado a la Brigadas Internacionales donde alcanzará el grado militar de Sargento y permanecerá en ellas hasta su definitiva baja por herida de guerra en setiembre de 1938.
Los últimos meses de la contienda los pasará en el Hospital Militar de la calle Tallers de Barcelona, aquí le sorprenderá la entrada de las tropas nacionales. Joaquín Aisa será detenido y trasladado con otros soldados republicanos al Campo de Concentración de Horta. Al poco tiempo de estar en el campo huirá de él haciéndose pasar por Caballero Mutilado, brazo en cabestrillo, abrigo azul marino como los de Falange Española y, al salir por la puerta, saludará a la guardia cuadrándose con el brazo en alto y gritando enérgicamente: ¡Arriba España!
Los primeros meses de la postguerra los pasará en el hospital, conseguirá entrar en él gracias a la ayuda de una pariente religiosa. Allí es visitado por sus familiares, sus amigos y una chica que conoce de su barrio. En el hospital escribe un diario, pero ha quedado incompleto, en algunos parágrafos del mismo se puede leer cosas como ésta: <<Transcurren los días con los mismo sucesos diarios. Visita del médico, clase en la sala, rosario por la mañana o bien por la tarde. La Vieja no falla nunca, uno que otro amigo y así va trascurriendo monótono y algo aburrida la diaria vida del enfermo. Con Rosita de nuevo he tenido unas breves palabras para que desistiera de venir y olvidar nuestra amistad…>> Pero Rosita no dejó de visitar a Joaquín y continuó visitándolo, casándose el año 1944. Rosa Closas Gumà de 25 años se casó con Joaquín y se fueron a vivir los tres (Rosa, Joaquín y Rafel) a la casa de su padre viudo y su hermano pequeño Josep, en la calle Montcada. Allí mismo trabajaba el avi Miquel, en la Casa Monegal de Ultramarinos. De su nuevo matrimonio nacieron otros dos hijos, Miquel (1945) y Josep Maria (1947). Joaquín Aisa, a pesar de sus heridas de guerra, encontró trabajo gracias a Josep Maria Masó Brichs que le contrató en su fábrica “Sederías F. Jeannel”, una marca registrada de Saint-Etienne (Francia), en el edificio industrial de la calle Carretas, 75. Se trataba de una industria de cintas de sombrero de seda natural fabricados con máquinas telares de cintería fundada en 1906. Josep Maria Masó era un hombre de tradición católica que durante la guerra había protegido a religiosos e incluso en su piso de la calle Canuda se habían celebrado misas clandestinas. Joaquín Aisa se incorporó en plena postguerra en esta industria de Josep Maria Masó, el cual también había empleado a Narcís Xifrra Riera, monje benedictino de Montserrat de tendencia catalanista, con la intención también de ayudarle. La represión de aquellos años era muy dura, pero, por suerte, hubieron personas cristianas como Masó que protegieron a sus empleados. Aisa i Xifra, anarquista y monje, respectivamente, no solo congeniaron perfectamente, sino que durante los meses que trabajaron juntos la tolerancia y la amistad entre ambos fue absoluta. Poco después de haber pasado por este trabajo, Joaquín decidió volver, a pesar de la mutilación de parte de su mano, a su oficio de carpintero. Y entonces se estableció por su cuenta abriendo un taller de carpintería en la calle Tarrós, 9. Con su oficio pudo ganarse la vida y sacar adelante a su familia. Su último domicilio en Barcelona fue en la calle Roger de Flor, 141, aquí vivió hasta su muerte acaecida, el 8 de diciembre de 1977, a consecuencia de un cáncer a los sesenta años de edad. 


Ferran Aisa-Pàmpols (Introducció del llibre Diario de un miliciano republicano de Joaquín Aisa Raluy (Editorial Base, Barcelona, 2010)




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